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Capítulo 8: ¿Activismo sin presedentes?

septiembre 1, 2022

Desde que transitamos la niñez, escuchamos a adultes decirnos ante nuestras experiencias “no pasa nada, no es importante” o cuando algune compañere de la escuela nos decía algo violento la respuesta solía ser “son cosas de chiques”, subestimando aquello que nos aquejaba.

 

 

 


Por Alma Dalle, Agostina Olivera y Tomás Quiroga Martínez

Cuando empezamos a activar en distintos sectores o nos adentramos en una militancia organizada o no organizada, no es simplemente porque nos pareció una buena idea. En algún momento de nuestras vidas hubo algún hecho o experiencia, que hizo eco en nosotres y plantó una semilla de lucha o protesta de forma que despertó un espíritu en algún punto revolucionario o con algún aire de querer transformar esa realidad que nos interpela; no necesariamente debe haber sido en primera persona, esto pudo ocurrirle a algún amigue, conocide, familiar o mismo una noticia que vimos en los medios; ver cómo aquella persona cercana o desconocida tuvo que transitar diferentes momentos o actos de injusticia, nos ha hecho tomar las riendas para tratar de transformar realidades, innovar en formas de colectivizar situaciones difíciles.

Para nosotres, es sabido que podemos transitar de forma más amena las situaciones desfavorables siendo parte de un grupo, donde tengamos apoyo y acompañamiento de pares como nosotres. Por eso es de suma importancia crear redes de contención, llevar discusiones, conocimientos, distintos puntos de vista a personas con realidades distintas porque si por algo más que esta colectivización se distingue la juventud activista, es por la empatía. 

La empatía de aquellas personas que integran diferentes colectivos, organizaciones o frentes es un valor (en algunos casos perdido por algunos sectores quizá conservadores o con poca capacidad para observar la realidad desde diferentes perspectivas) que prevalece durante la militancia. Por eso que cuando nos ponemos en el lugar de une otre porque nos interpelan sus vivencias, y empezamos a participar activamente para conseguir objetivos comunes, estamos construyendo una identidad colectiva. 

Hay otro punto en común que podemos encontrar entre la juventud que activa por sus derechos: la falta de respuesta del mundo adulto a nuestras problemáticas. Desde que transitamos la niñez, escuchamos a adultes decirnos ante nuestras experiencias “no pasa nada, no es importante” o cuando algune compañere de la escuela nos decía algo violento la respuesta solía ser “son cosas de chiques”, subestimando aquello que nos aquejaba. Mismo cuando ya empezamos a descubrirnos en la adolescencia y nos adentramos en la militancia, nos suelen tildar de adoctrinades, cómo si no tuviésemos capacidad para decidir, pensar soluciones e inclusive…ejercer la política.

De todas formas, para hablar de adultocentrismo no es necesario haber vivido experiencias donde vulneren nuestras voces y creencias sólo por el hecho de ser jóvenes. Vivimos en una sociedad que reproduce de forma casi inconsciente la frase: “a les adultes hay que escucharles y respetarles”. Nosotres les queremos decir a les adultes que, escuchar y respetar no es lo mismo que escuchar y quedarse callade, porque si hubiésemos aplicado esta fórmula a la inversa, este planteo sería totalmente diferente. 

Desde niñes se nos enseña que somos sujetes de derechos y que nuestra voz y voto deben ser escuchados, sin embargo, les adultes ni siquiera se corren de sus lugares de poder para darnos el espacio a opinar y debatir sobre aquello que nos interpela. Esto sucede porque, por lo general, se nos inculca que les adultes deben ser quienes tienen la última palabra, incluso cuando no tienen razón, ya que deben “imponer autoridad”. El quid de la cuestión, es que se encuentran en desventaja y por esa razón piensan que se encuentran en una situación de humillación y recurren a la censura, en grandes rasgos y generalizando algunos adultos no pueden tener una mirada y que su debate parta o nazca desde la empatía porque muchas veces solo hablan mirando su propia posición y no en búsqueda de un bienestar general. 

Es así, como muches jóvenes creemos que para poder vivir en una sociedad más justa e igualitaria, se necesita combatir estas vulneraciones y plantar bandera por nuestros derechos.

¡Uniéndonos unes con otres construiremos un mapa que nos guiará a romper con los paradigmas individualistas, tradicionales y conservadores que pretenden censurarnos!

 

 


 

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