Sabías qué..
En la cultura inca se adoraba a un “dios de doble género” conocido como chuqui chinchay, a quien sólo podían ser atendidos y honrados por otras personas que usaban ropa andrógina como “un signo visible de un tercer espacio que negociaba entre lo masculino y lo femenino, el presente y el pasado, los vivos y los muertos”. En Tawantinsuyo, los incas y gente quechua precoloniales reconocieron «Qariwarmi», una identidad no binaria. Mientras tanto, en Venezuela, podemos nombrar a los waraos, quienes viven en el delta del Orinoco quienes se perciben socialmente como mujeres trans.
Esto nos ayudará a pensar los contenidos de este capítulo.
¿Qué es el género?
El género no es simplemente aquello que describe a una persona en tanto “varón” o “mujer”, masculino o femenino. El género es un sistema de organización social de los cuerpos: un sistema que ordena, distribuye, permite, limita o facilita ciertas experiencias para ciertos cuerpos y dificulta otras (Barrancos, 2011). Que el género sea un sistema implica que no es un dato natural, sino un proceso histórico, cultural, social y político.
De esta forma, la medicina, la ley y el aparato estatal suele afirmar que nacemos con un sexo biológico (macho o hembra) y, en base al mismo, se nos asigna un género (masculino o femenino) a partir del cual conformamos nuestra identidad de género (en principio binaria, varón o mujer cisgénero según el caso). Entonces, mientras el sexo sería natural, el género sería aprendido culturalmente.
Socialización de género
Nuestras formas de actuar, de ser, de sentir no responden a diferencias naturales entre los varones y las mujeres, sino que son resultado de lo que llamamos socialización de género (Instituto de Masculinidades y Cambio Social, 2021). Es decir, las formas en que nos crían y educan en lo que es masculino o femenino según la cultura y el momento histórico. Por eso mismo, y a pesar de su fuerte arraigo en las costumbres, tradiciones y religiones, esas formas son posibles de ser modificadas. La socialización de género es un proceso que se da durante toda la vida y en todos los ámbitos en los que una persona se mueve: la escuela, el barrio, los medios, las instituciones, las familias, los grupos de amistades.
¿Qué es eso de los roles?
Los estudios antropológicos y las revisiones historiográficas nos muestran que en nuestros territorios existen muchas más identidades de género que solo dos.
Los saberes actuales nos permiten reflexionar sobre este sistema. Las investigaciones históricas demuestran, por ejemplo, que en otros momentos se concebían de manera muy diferente los roles de género; hoy existe la posibilidad de comprender que este sistema con sus categorías (varón cisgénero, mujer cisgénero, amor romántico, roles asignados, valores, etc.) cambian no solo con las épocas, sino en los distintos puntos geográficos y culturales del mundo.
La existencia de más de dos géneros no es una novedad, existen diversas experiencias en comunidades a lo largo del mundo y de la historia.
Estos saberes nos demuestran que lo que llamamos género masculino o femenino, en realidad se conforma como un sistema social e histórico que organiza los cuerpos de determinada manera y se encuentra siempre en procesos de transformación.
Relaciones de poder entre géneros
El enfoque crítico de género es la mirada que nos permite problematizar acerca de qué es la feminidad y la masculinidad, por qué existen mandatos acerca de cómo debemos ser “varones” o “mujeres”, y de qué modo esos mandatos generan relaciones desiguales y violentas, que vulneran nuestra libertad, autonomía e igualdad.
Se denomina patriarcado al sistema cultural donde lo masculino se coloca como figura referente de autoridad y poder para la organización social, en la cual la figura masculina toma una posición hegemónica para tutelar y dominar a quienes son definidos como subalternos, en base a atributos materiales y simbólicos que garantizan una distribución desigual de poder.
(Instituto de Masculinidades para el Cambio Social, 2021).
Esta dicotomía creada por la estructura o ideología patriarcal construye las diferencias entre masculinidad y feminidad de manera tal que se subordina a un género sobre otro, y se establece como natural y biológico. Así, mientras que de los varones cisgénero se espera que sean fuertes, agresivos y racionales, de las mujeres cisgénero se espera todo lo contrario: que sean dulces, emocionales, pasivas, hogareñas. Además, deben desarrollar el rol de madre y esposa con actitudes de cuidado, presencia y entrega absoluta. Es decir, la sociedad establece estereotipos de género y jerarquiza lo masculino por sobre lo femenino, lo que provoca una distribución desigual de poder.
El patriarcado como sistema, impone jerarquías entre las personas según el género al que pertenezcan, y extiende también sus relaciones de poder hacia otras identidades y corporalidades.
Actividad 2.1
Desandando el binarismo
Sumar una recomendación cultural local que aporte otras miradas sobre los estereotipos de género y colabore a la construcción de sociedades más igualitarias: Películas, canciones, series, textos propios o ajenos, cuentos, etc, cualquier formato es válido.